Warhammer Gañanaco
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¡Por el Imperio!

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Mensaje  Steiner Dom Ago 15, 2010 2:21 pm

"Bendice la mente demasiado pequeña, por eso"

El frío es endiablado a nuestro alrededor pero continuamos avanzando por el bosque. El ruido de las armaduras me envuelve, componiendo una música tranquilizadora, diciéndome que los hombres a mi mando, el IV de Voluntarios del glorioso Ejército de Reikland, están a mi alrededor, siguiéndome en nuestro empeño por erradicar la corrupción de los últimos coletazos de las huestes de Archaon.

"Un sirviente que se hace preguntas, es más peligroso que un hereje ignorante"

Me esfuerzo en repetir una y otra vez la letanía del Deus Sigmar, sin equivocarme ni una sola vez, mientras cierro mi mano sobre mi martillo de guerra. Nací un regies de novario, como Sigmar Heldenhammer. Siempre he pensado que se trata de una señal.

"La sangre de los mártires es la semilla del Imperio"

Apenas puedo distinguir los árboles de los bosques nordlandeses que nos rodean y la visión es imposible a más de dos metros por la espesa niebla. Los árboles parecen una gran masa negra presta a engullirnos. No obstante, los mutantes están próximos. Puedo oler su repugnante hedor, corrompiendo el suelo del sagrado Imperio con su apestosa presencia que debe ser purgada. ¿Cómo se puede acabar con la corrupción del Caos? ¡Con fe! Sigmar proveerá, si mi mano, mi mente y mi corazón se mantienen en la única Verdad.

"La Razón lleva a la duda; La duda lleva a la herejía; No hay cobardía en la Fe"

Llegamos al poblado y mando rodearlo para que nadie pueda huir. Por supuesto, nadie en la aldea está en condiciones de oponerse a una veintena de los mejores soldados del Imperio perfectamente entrenados y armados. Aquellas gentes fingen que no entienden lo que les está sucediendo. Unos soldados del Imperio les sacan de sus miserables chozas y les reúnen en la plaza central. Como cucarachas, gritan y se quejan, diciéndonos que no tenemos derecho a hacer lo que estamos haciendo. Pero yo sí sé la verdad. La pestilencia de los Poderes Ruinosos es fuerte en ese lugar, invadiendo mis fosas nasales y provocándome las ganas de vomitar por su bilioso hedor.

"Una mente abierta carece de enfoque; Una mente pequeña es una mente ordenada"

Ante nosotros se halla una chusma de campesinos con el miedo dibujado en sus rostros. Parecen famélicos espantajos pálidos. Asquerosos nordlandeses, corrompidos por la infecta sangre de los norscas que les colonizaron hace ya siglos. Con solo echar un vistazo a un nordlandés, cualquiera con dos dedos de frente puede darse cuenta de que no son de los nuestros. Si por mí fuera, expulsaríamos del bendito Imperio a esos untermensch.

"La tolerancia es signo de debilidad"

Pronto, gracias a Sigmar, nuestro trabajo da sus frutos. En el sótano de una de las cabañas, mis hombres encuentran a una mujer y a un hombre escondidos. El brazo de ella es un ponzoñoso tentáculo violáceo. La Marca del Caos. Cultistas de alguna hermandad dedicada a los Poderes Ruinosos, sin duda. No necesito más pruebas. Ordeno que los maten a todos. Sigmar distinguirá a los suyos.

"La diferencia entre la herejía y la traición es la Ignorancia"

El alcalde, insolentemente, se acerca a mí. Balbuciendo, se atreve a hablarme del edicto promulgado por Magnus el Piadoso por el que se dictamina como necesaria la presencia de un galeno o un barbero cirujano antes de ejecutar a un mutante. Su desfachatez me asombra y su chirriante cháchara me hiere los oídos. Blandiendo mi martillo de guerra como si fuera el mismísimo Ghal-Maraz, lo hundo en su cráneo de un fuerte golpe, salpicando mi tabardo con su corrompida sangre. El cuerpo cae pesadamente a mis pies mientras los aldeanos gimen y gritan de terror.

"El odio justificado es la cuchilla más afilada"

Mis soldados alzan sus rifles pero yo les detengo. No debemos malgastar una sola bala de buen plomo imperial en unos untermensch como aquellos. Los hombres se las arreglan como pueden: hunden sus cráneos a culatazos o atraviesan sus cuerpos con sus aceros hasta acabar con el último de ellos. Nadie escapa a nuestra justa ira, loado sea Sigmar. Niños, mujeres, ancianos, todos corruptos, manchados por los Poderes Ruinosos, son masacrados hasta el último de ellos. Apilamos sus cuerpos en el centro de la aldea y les prendemos fuego, para purificar la tierra de la ponzoña de su corrupción. El penetrante olor de la carne quemada atenaza mi olfato. Es un olor nauseabundo pero, a la vez, glorioso.

"No existe la posibilidad de fracasar; La carga del fracaso, es el peor castigo imaginable"

Nos ponemos en marcha en busca de más mutantes que purgar. Dejamos el pueblo quemándose hasta los cimientos, que el fuego purificador cauterice la gangrena. Mis hombres cantan Die Nutten Warten in Altdorf mientras nos adentramos en el Bosque de las Sombras, dispuestos a seguir esta Cruzada contra el Caos, batiéndonos una y mil veces como héroes del Imperio.

"La fe sin actos es inservible"

En el futuro, cuando el milenio llegue a su fin, los jóvenes preguntarán maravillados por días como éste.

"No hay nada más que Sigmar. Él es nuestro escudo y nuestro protector."
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